sábado, 10 de noviembre de 2018

Consejos de Pablo a Timoteo


"Al partir para Macedonia te rogué que te quedaras en Éfeso; debías advertir a algunos que no cambiaran la doctrina ni se metieran en leyendas y recuentos interminables de ángeles. Esas cosas alimentan discusiones, pero no sirven para la obra de Dios, que es cuestión de fe.

El fin de estas directivas es al amor que procede de una mente limpia, de una conciencia recta y de una fe sincera. Por haberse apartado de esta línea algunos se han enredado en palabrerías inútiles. Pretenden ser maestros de la Ley, cuando en realidad no entienden lo que dicen ni de lo que hablan con tanta seguridad.

Ya sabemos que la Ley es buena siempre que tengamos presente su finalidad. La Ley no fue instituida para los justos, sino para la gente sin ley, para los rebeldes, impíos y pecadores, para los irreligiosos y profanadores, para los parricidas y los asesinos, para los libertinos, los que tienen relaciones homosexuales, los traficantes en seres humanos, los mentirosos y los que juran en falso. Habría que añadir todos los demás pecados que van en contra de la sana doctrina, según el Evangelio glorioso del Dios bienaventurado, tal como a mí me fue encargado.

Doy gracias al que me da la fuerza, a Cristo Jesús, nuestro Señor, por la confianza que tuvo al llamarme al ministerio. Porque siendo yo en un comienzo un adversario, un perseguidor y un violento, él me perdonó porque obraba de buena fe cuando me negaba a creer, y la gracia de nuestro Señor me invadió, junto con la fe y el amor que está en Cristo Jesús.

Esto es muy cierto, y todos lo pueden creer, que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales soy yo el primero. Por esa razón fui perdonado, para que en mí se manifestara en primer lugar toda la paciencia de Cristo Jesús, y fuera así un ejemplo para todos los que han de creer en él y llegar a la vida eterna. Al Rey de los siglos, al Dios único, inmortal e invisible, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Al darte estas recomendaciones, Timoteo, hijo mío, pienso en las profecías que fueron pronunciadas sobre ti; que ellas te guíen en el buen combate que debes realizar. Conserva la fe y la buena conciencia, no como algunos que se despreocuparon de ella y naufragaron en la fe. Entre ellos están Himeneo y Alejandro, a quienes entregué a Satanás para que aprendieran a no enseñar falsedades.

Ante todo recomiendo que se hagan peticiones, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos, sin distinción de personas; por los reyes y todos los gobernantes, para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, con toda piedad y dignidad.

Esto es bueno y agrada a Dios, nuestro Salvador, pues él quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Dios es único, y único también es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que en el tiempo fijado dio el testimonio: se entregó para rescatar a todos. Este es el mensaje del que Dios me ha hecho predicador y apóstol yo no miento y es pura verdad-: enseño a las naciones en forma creíble y sin errores.

Quiero, pues, que en todo lugar donde los hombres estén orando levanten al cielo manos limpias de todo enojo y discusión. Asimismo, que las mujeres sepan revestirse de gracia y buen juicio, en vez de adornarse con peinados rebuscados, oro, joyas o vestidos caros. Que se adornen más bien con buenas obras, como corresponde a mujeres que se tienen por piadosas.



Primera Carta a Timoteo, Cap. 1: vers. 3-10
Biblia Latinoamericana

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