(León XIII,
18 de mayo de 1890; Acta Apostolicae Sedis, p. 743)
¡Oh
glorioso príncipe de las milicias celestes, san Miguel arcángel, defiéndenos en
el combate y en la terrible lucha que debemos sostener contra los principados y
las potencias, contra los príncipes de este mundo de tinieblas, contra los
espíritus malignos! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado
inmortales, que formó a su imagen y semejanza y que rescató a gran precio de la
tiranía del demonio.
Combate
en este día, con el ejército de los santos ángeles, los combates del Señor como
en otro tiempo combatiste contra Lucifer, el jefe de los orgullosos, y contra
los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quien no hubo
nunca jamás lugar en el cielo. Si ese monstruo, esa antigua serpiente que se
llama demonio y Satán, él que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus
ángeles al fondo del abismo.
Pero
he aquí que ese antiguo enemigo, este primer homicida ha levantado ferozmente
la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba y seguido de
espíritu malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el
Nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición
eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre hombres de
espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también,
como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir el
espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenado de la
impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones.
Enemigos
llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del
Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos
criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y
la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable
trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al
rebaño.
Te
suplicamos, pues, Oh príncipe invencible, contra los ataques de esos espíritus
réprobos, auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria. Este pueblo te venera
como su protector y su patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como
defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el
cuidado de conducir a las almas a la beatitud celeste.
¡Ah!
Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y
de tal manera abatido que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud,
ni causar perjuicio a la Iglesia. Presenta nuestras oraciones ante la mirada
del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto
antes. Somete al dragón, la antigua serpiente que es diablo y Satán, encadénalo
y precipítalo en el abismo, para que no pueda seducir a los pueblos. Amén
-
He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que Tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de Tí.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta Tí.
Venció el León de Judá, el retoño de David
-Que Tus misericordias, Oh Señor se realicen sobre nosotros.
Como hemos esperado de Tí.
-Señor, escucha mi oración
Y que mis gritos se eleven hasta Tí.
Oh
Dios Padre Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos
insistentemente tu clemencia para que por la intercesión de María inmaculada
siempre Virgen, nuestra Madre, y del glorioso san Miguel arcángel, te dignes
auxiliarnos contra Satán y todos los otros espíritus inmundos que recorren la
tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén
(Aunque
no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de
rezar esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat.
II.)
Versión corta de la oración
del Papa León Xlll a San Miguel Arcángel.
“San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la
perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos
suplicantes, y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el
divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el
mundo para la perdición de las almas.
Amén.”
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