“El Santo Rosario
es nuestra arma” – Madre M. Angélica
Querida Familia:
El Año del Santo
Rosario está finalizando. ¡Qué año hemos tenido! A menudo pienso lo
privilegiados que somos de vivir en esta era. ¿Privilegiados? ¿Cómo puedo decir
que somos privilegiados de vivir en esta época tan difícil? Es sencillo: donde
abunda el pecado la gracia abunda aún más. Es cierto, el mundo está en mal
estado, pero Dios está trabajando y está usando el Papa de María para hacer
muchas y grandes maravillas.
Considere lo
siguiente: somos la generación de los Misterios Luminosos. Los hijos de
nuestros hijos no se acordarán del tiempo cuando solo había 15 misterios del
Rosario. Pero nosotros somos los privilegiados de ver cómo trabaja la gracia de
Dios por medio de la promulgación de estos misterios adicionales del Rosario.
¡Qué Santo Padre tenemos!
Los Misterios
Luminosos o de Luz deben de tener un lugar especial en nuestros corazones.
Debemos de meditar estos misterios a menudo y vivirlos en nuestra vida
cotidiana. Tal vez estén familiarizados con las virtudes asociadas a los
misterios del Rosario (Ej. La Anunciación – humildad; la Visitación – amor a
los hermanos, etc.) Todavía no he visto una lista de las virtudes asociadas con
estos nuevos misterios pero, ¿cuáles piensan ustedes que son? Después de
discurrir por un rato, ¿cuáles son las virtudes que le vienen a la mente para
cada misterio?
A menudo pienso en
la virtud de la fidelidad a nuestra misión con el primer misterio luminoso, el
Bautismo de Jesús en el Río Jordán. Cuando Cristo desciende a las aguas, los
cielos se abren y la voz del Padre se escucha: “Este es mi Hijo muy amado”. El
Papa Juan Pablo II explica que en ese momento cuando el Espíritu Santo desciende
sobre Él, Nuestro Señor es investido con la misión que ha de cumplir. A
nosotros también se nos ha dado una misión. Es nuestro deber llevarla a cabo
con fidelidad y generosidad.
Con el segundo
misterio luminoso, las Bodas de Caná, muchas veces pienso en la virtud de la
obediencia. Además, también me hace pensar en al virtud de la flexibilidad, si
es que se le puede llamar una virtud. No es siempre fácil dejar que Dios sea el
que maneje nuestras cosas, pero esto es lo que Nuestra Señora pide en este
misterio: “Haced lo que él os diga”. Nunca debemos ser tan rígidos que Dios
solo encuentre en nuestra alma una terca independencia. Por el contrario, Él
debe encontrar una actitud receptiva dentro de nosotros, un espíritu que
siempre está atento a sus susurros.
El tercer misterio
luminoso es la Proclamación del Reino de Dios. Al rezar este misterio le pido a
Nuestra Señora la gracia de la conversión y el compromiso. El Reino me ha sido
proclamado y sigue siendo proclamado continuamente. Pero, ¿cuál es mi respuesta?
El volverse al Señor (convertirse) es un comienzo pero no un fin. Una
conversión continua debe de ser acompañada de la virtud de la perseverancia. Es
ahí precisamente donde entra el compromiso. Estar comprometido con el Señor es
esencialmente una actitud de decir “pase lo que pase, no importa lo que venga,
soy tuyo, Señor”. Decir esto no es siempre fácil pero siempre es necesario.
Quizás se
sorprenderán cuando les diga la virtud que asocio con el cuarto misterio
luminoso, la Transfiguración. Es cierto, aquí se pueden ponderar varias
virtudes: la fe, el espíritu de oración, el agradecimiento, el desprendimiento,
la alegría espiritual y otras más. Pero la virtud que más me viene a la mente
es la solicitud o atención a Dios. San Lucas nos dice: “Salió de la nube una
voz que dijo: este es mi Hijo elegido, escuchadle” (9 v. 35). El escuchar a
Dios puede ser un reto. A menudo Él nos habla en un susurro mientras el mundo,
la carne y el diablo nos gritan pidiendo nuestra atención.
Por último, en el
quinto misterio luminoso, la Institución de la Santa Eucaristía, me concentro
en la virtud del agradecimiento. Madre Angélica me enseñó lo que significa
tener el espíritu de agradecimiento. El agradecimiento es una parte vital de su
espiritualidad y carisma. La misma palabra “Eucaristía” significa
agradecimiento. ¡Cuán agradecidos debemos de estar por este gran regalo de la
Santísima Eucaristía!
Familia, a medida
que crecemos en nuestro amor y agradecimiento por el Rosario, no nos olvidemos
de darle las gracias a Nuestro Señor por darnos un Santo Padre tan santo y tan
mariano. Recemos por nuestro Santo Padre Juan Pablo II, y pidámosle a María que
lo consuele y lo premie por habernos mostrado la belleza de su faz maternal.
Tomado de ewtn.org
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