Poco después, un día entró a un templo y
oyó predicar a un santo sacerdote acerca de lo pasajeros que son los goces de
este mundo y de lo engañosas que son las vanidades de la vida. Después del
sermón fue a confesarse con el predicador y éste le aconsejó: "Deje las
vanidades y lo que la lleva al orgullo y dedíquese a ganarse el cielo con
humildad y muchas buenas obras". Desde aquel día ya nunca más Pauline
vuelve a emplear lujosos adornos de vanidad, ni a gastar dinero en lo que
solamente lleva a aparecer y deslumbrar. Sus vestidos son sumamente modestos,
hasta el extremo que las antiguas amigas le critican por ello. Ahora en vez de
ir a bailes se va a visitar enfermos pobres en los hospitales. Movida
por el Espíritu de Dios, abandonó la pudiente vida
de lujo y de frivolidad que había llevado hasta entonces, y comenzó a visitar a
los pobres, vistiendo como ellos y buscando medios nuevos para ofrecerles una
limosna sin que se sintieran humillados, porque, decía que "son ellos los
que nos hacen el honor de aceptar nuestro dinero".
Francia acababa de salir de la Revolución
jacobina, y con ideas y movimientos anticatólicos. Para contrarrestar esta
ruina espiritual y honorar a Dios contra las persistentes blasfemias e
improperios despectivos contra Dios y contra la Iglesia, comenzó un movimiento
de jóvenes obreras que debían "reparar los insultos al Sagrado Corazón de
Jesús olvidado y despreciado". Estas jóvenes llamadas Reparadoras, rezaban
al Sagrado Corazón de Jesús y hacían horas de adoración ante el Santísimo
Sacramento en expiación de los pecados de sus compatriotas.
Un día, cuando tenía 23 años de edad,
llegó Pauline Jaricot de su trabajo, cansada y con deseos de escuchar alguna
narración que le distrajera amenamente. Y se fue a la cocina a pedirle a la
sirvienta que le contara algo ameno y agradable. La buena mujer le respondió:
"si me ayuda a terminar este trabajito que estoy haciendo, le contaré
luego algo que le agradará mucho". La muchacha le ayudó de buena gana, y
terminando el oficio la cocinera se quitó el delantal y abriendo una revista de
misiones se puso a leerle las aventuras de varios misioneros que en lejanas
tierras, en medio de terribles penurias económicas, y con grandes peligros y
dificultades, escribían narrando sus hazañas, y pidiendo a los católicos que
les ayudaran con sus oraciones, limosnas y sacrificios, para poder continuar
con éxito su difícil labor misionera.
En ese momento pasó por la mente de
Pauline una idea luminosa: ¿por qué no reunir personas piadosas y obtener que
cada cual obsequie dinero y ofrezca algunas oraciones y algún pequeño sacrifico
por las misiones y los misioneros, y enviar después todo esto a los que
trabajan evangelizando en tierras lejanas? Su hermano Philéas, más tarde
sacerdote misionero, alentó esta inquietud, proponiéndole la idea de ayudar a
las Misiones de América del Norte, primero, y después también las de Asia,
confiadas a los cuidados de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París. Y
así, Paulina se propuso empezar a llevar a cabo esa misma semana tan bella
idea. Comenzaba a gestarse así la Asociación que luego se llamaría de la
"Propagación de la Fe" que tendría su fundación oficial el día
3 de mayo de 1822.
Paulina se dirigió a sus Reparadoras y
a sus compañeras de trabajo invitándoles a dar un céntimo a la semana a favor
de las Misiones. Calculando 10 obreras y que cada una de ellas podía invitar, a
su vez, a otras 10 amigas a hacer la misma oferta, se llegaba a la colecta de
100 céntimos a la semana. Estas personas, convertidas en socias de la
Asociación, se empeñaban, cada una, a encontrar otras diez personas que
ofrecieran semanalmente la misma suma. La Asociación pudo así extenderse
velozmente, con millares de personas como miembros, y con una colecta que
aumentaba proporcionalmente.
En los primeros meses de 1820, cuando
Pauline se encontraba al frente de la Asociación, las trabajadoras de Lyon
alcanzaron la suma de 1.800 francos a la semana: ¡una suma enorme, considerando
que su salario mensual era de pocos francos! Lo que es interesante señalar, es
el entusiasmo y la prontitud al sacrificio de las jóvenes trabajadoras, que
unían al duro trabajo el compromiso de reparación de las ofensas hechas a Dios
y la ayuda a las necesidades de los pobres en patria y, sobre todo, en las
Misiones Extranjeras. Pero todavía es más importante subrayar que la actividad
de penoso trabajo en una fábrica del siglo XIX, con más de 15 horas de trabajo
al día, no quitaba a estas jóvenes el deseo de la oración, y no les suprimía la
voluntad de hacer el bien a personas más pobres que ellas mismas.
Su hermano, que se acaba de ordenar de
sacerdote, propone la idea de Paulina a otros sacerdotes en París y a muchos
les agrada y empiezan a fundar coros de Propagación de la Fe. La idea se
extendió rapidísimo por toda la nación y las ayudas a los misioneros se
aumentaron inmensamente. Casi nadie sabía quién había sido la fundadora de este
movimiento, pero lo importante era ayudar a extender nuestra santa religión.
La
facilidad y la velocidad con la que la Asociación se extendió entre los
católicos franceses maduraron en Pauline la convicción de que se necesitaba
alguna cosa parecida, pero todavía más útil y enérgica, para despertar y
expandir la fe en Francia y en el mundo. Así, pensó en otra cadena de corazones
comprometidos en aportar ayudas espirituales a toda la Iglesia, y tuvo la
brillante idea de constituir un "Rosario Viviente", siguiendo un
método parecido al de la Asociación para la Propagación de la Fe. Su deseo
declarado era el de llevar la oración del Rosario, reservada entonces y sobre
todo a las instituciones religiosas, a una práctica general. "Lo
importante, y lo más difícil, era hacer que la masa aceptase el Rosario",
recordaba en una carta posterior. En otra carta al Maestro General de los
Dominicos, Paulina declaraba: "Me pareció que había llegado la hora de
realizar el proyecto -perseguido desde hacía tiempo- de una Asociación
accesible a todos, que permitiera alcanzar la unión de la oración con un modo
único, breve y práctico, sin cansar a nadie y que pudiera facilitar, al menos
durante algunos minutos, la meditación cotidiana de los misterios de la vida y
de la muerte de Jesús".
Para
alcanzar este fin, Pauline lanzó su nueva iniciativa con la creación de grupos,
no ya de 10, sino de 15 personas, (una sección de 15 miembros dirigidos por una
celadora), que correspondían a los 15 Misterios del Santo Rosario, y así, la
sección recitaba cada día el Rosario entero. Estos grupos no sólo recitaban
diariamente los 15 Misterios del Rosario, sino que se comprometían también a
meditarles y a orar por una persona que tuviera una particular necesidad de
conversión: Pauline creía en la fuerza del Rosario para la conversión de los
pecadores. Tuvo también el ingenio de incluir en el grupo de las 15, a personas
buenas, otras, mediocres y también aquellas que no tenían otra cosa que ofrecer
sino su buena voluntad…
Estaba
convencida y afirmaba que con 15 carbones, cuando uno está bien encendido y
tres o cuatro lo están a medias, y los otros nada… reuniéndoles, se consigue
enseguida una hoguera. Una particularidad del "Rosario Viviente",
debida siempre al genio y al celo de Pauline, era que cada asociado se
comprometía a entregar cada año una suma de cinco francos para comprar y
difundir buenos libros.
En
una década, la práctica del "Rosario Viviente" se había propagado
también a otros continentes, y en Francia, en 1834, contaba con cerca de un
millón de asociados. Pauline declaraba en una carta del 1 de mayo de 1840:
"En breve estaremos en unión de oraciones con todos los pueblos del
universo". Ella misma constataba con alegría que la mayor parte de los
miembros de la "Asociación para la Propagación de la Fe" eran también
miembros del "Rosario Viviente". Justamente, el Secretario del Comité
Central de la Asociación, Dominique Maynis, en una carta a Pauline, escribe:
"Lo que usted bien quiso añadir sobre este apoyo que el "Rosario
Viviente" prestaría a la Propagación de la Fe indicaba suficientemente que
la fundación de ésta no había estado del todo ajena al establecimiento de
aquélla… cosa que no hemos podido olvidar". Un Breve Pontificio del Papa
Gregorio XVI dio aprobación oficial al movimiento del "Rosario
Viviente", que había alcanzado ya los dos millones de miembros, y que
Pauline animará y guiará durante 15 años.
Pauline se fue a Roma a contarle al Santo
Padre Gregorio XVI su idea de la Propagación de la Fe. El Sumo Pontífice aprobó
plenamente tan hermosa idea y se propuso recomendarla a toda la Iglesia
Universal. En el año 1826 la Obra se extiende en Europa, inicia sus “Annales”,
que reproducen las cartas de los misioneros, y mantiene estrecha relaciones con
la Congregación de Propaganda Fide.
Al volver a Francia fue a confesarse con
el más famoso confesor de ese tiempo, el Santo Cura de Ars. El santo le dijo
proféticamente: "Sus ideas misioneras son muy buenas, pero Dios le va a
pedir fuertes sacrificios, para que logren tener más éxito". Esto se le
cumplió a la letra, porque en adelante los sufrimientos e incomprensiones que
tuvo que sufrir nuestra santa fueron enormes.
Al principio recogía ella misma las
limosnas para las misiones, pero varios avivados le robaron descaradamente.
Entonces se dio cuenta de que debía dejar esto a sacerdotes y laicos
especializados que no se dejaran estafar tan fácilmente.
Pauline, “siempre libre para ir ahí donde
las necesidades son más grandes”, siguió con su obra misionera: ella crea las
Bibliotecas populares itinerantes en 1826 y la Congregación de las hijas de
María en 1831. Queriendo mejorar la condición obrera y permitir una nueva
evangelización, ella se compromete algunos años más tarde en un ambicioso
proyecto industrial y crea la fábrica Nuestra Señora de los Ángeles.
Después recibió ayudas para fundar obras
sociales en favor de los obreros pobres, pero varios negociantes sin escrúpulos
la engañaron y se quedaron con ese dinero. Pauline se dio cuenta de que Dios la
llamaba a dedicarse a lo espiritual, y que debía dejar la administración de lo
material a manos de expertos que supieran mucho de eso.
En 1862, después de haber perdonado
generosamente a todos los que la habían estafado y hecho sufrir, y contenta
porque su obra de la Propagación de la Fe estaba ya muy extendida murió
santamente y satisfecha de haber podido contribuir eficazmente a favor de las
misiones católicas. Entregó su vida al amanecer del 9 de enero de 1862
pronunciando estas palabras "¡María! ¡Oh madre mía! ¡Os pertenezco
totalmente!"
Veinte años después, en 1882, el Papa León
XIII extendió la Obra de la Propagación de la Fe a todo el mundo. Y como
confirmación de su espíritu misionero y del servicio a la Iglesia Universal, el
3 de mayo de 1922, Pío XI, con el Motu Proprio Romanorum Pontificum, declara
"Pontificia" la Obra de la Propagación de la Fe (POPF).
El 25 de febrero de 1963, San Juan XXIII
declaró la heroicidad de sus virtudes, lo que le vale el título de Venerable.
Tomado de: Protal Misionero
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Este es un Blog sin ánimo de lucro, para difundir la Asociación Universal del Rosario Viviente, fundado por la Ven. Pauline M. Jaricot, aprovada en la Santa Iglesia Católica, por el Papa Greogorio XVl, el 27 de enero de 1832. Actualmente dirigido por la Sra. Patti Melvin, en Dickinson, Texas. Hoy sumamos en el planeta sobre 18 millones de personas, unidos rezando diariamente nuestra decena asignada del Rosario Viviente, orando todos por todos.
sábado, 29 de octubre de 2016
Bografía de la Venerable Pauline M. Jaricot
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