sábado, 23 de mayo de 2015

Dones del Espíritu Santo



Los dones del Espíritu Santo son siete: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios. Estos sirven para afianzarnos en la Fe, Esperanza y Caridad, y darnos prontitud para actuar las virtudes necesarias a la perfección de la vida cristiana.

Es como un instinto sobrenatural que Dios coloca en la mente y el corazón de la persona que, despojada de sí misma y del apego desordenado a las cosas y personas, vacía de sí y su egoísmo personal, puede sentir las mociones de Dios a través de su Espíritu y seguirlas dócilmente.


1. El don de temor a Dios

Nos llena con un soberano respeto por Dios, y nos hace temer más que nada ofenderlo por el pecado. Es un temor que surge, no desde el pensamiento del infierno, sino de sentimientos de reverencia y sumisión filial a nuestro Padre celestial. Es el miedo que es el principio de la sabiduría, que nos separe de los placeres mundanos que podrían de alguna manera nos separan de Dios.

2. El don de Piedad:

Engendra en nuestros corazones un afecto filial a Dios como nuestro Padre amantísimo. Nos inspira a amar y respetar, por su causa, las personas y las cosas consagradas a Él, al igual que los que están investidos de su autoridad, su Santísima Madre y los Santos, la Iglesia y su cabeza visible, nuestros padres y superiores, nuestro país y sus gobernantes. El que se llena con el don de la piedad, encuentra la práctica de su religión, como deber, aunque a veces algo pesado, pero un servicio muy agradable. Donde hay amor, no hay trabajo. 

3.El don de fortaleza:

El alma se fortalece contra el miedo natural, y apoyo hasta el final en el cumplimiento del deber. Imparte fortaleza a la voluntad, un impulso y energía que se mueve a emprender, sin dudas, las tareas más arduas, para hacer frente a los peligros, a pisotear el respeto humano, y a soportar sin quejarse el lento martirio de la tribulación, incluso toda la vida.

4. El don del Conocimiento:

 Permite al alma evaluar las cosas creadas en su valor real, en su relación con Dios. El conocimiento desenmascara la pretensión de las criaturas, revela su vacío, y señala a su único y verdadero propósito como instrumentos al servicio de Dios. Nos muestra el cuidado amoroso de Dios aún en la adversidad, y nos dirige para glorificarlo en cada circunstancia de la vida. Guiados por su luz, ponemos primero lo que es primero, y el deseo de la amistad de Dios más allá de todo lo demás.

5.  El don de Entendimiento:  

Nos ayuda a comprender el significado de las verdades de nuestra santa religión. Nos permite penetrar en el significado profundo de las verdades reveladas y, a través de ella, hace que comprendamos lo que nos llevó a una vida nueva. Nuestra fe deja de ser estéril e inactiva, pero inspira un modo de vida que lleva el elocuente testimonio de la fe que hay en nosotros, comenzamos a: "Andar como es digno de Dios en todas las cosas agradables, y creciendo en el conocimiento de Dios." 

6. El don de Consejo

Nos dota al alma de prudencia sobrenatural, permitiéndole juzgar con prontitud y justamente lo que se debe hacer, especialmente en circunstancias difíciles. Este don de  Consejo aplica los principios que facilitan el conocimiento y la comprensión de los innumerables casos concretos que se nos presentan en el curso de nuestro trabajo diario, como padres, maestros, funcionarios públicos y ciudadanos cristianos.

7. El don de Sabiduría:

En este don se incorporan todos los otros dones, como la caridad que abraza todas las otras virtudes, La Sabiduría es el más perfecto de los regalos. De la sabiduría, está escrito: "Todas las cosas buenas vienen a mí con ella, e innumerables riquezas a través de sus manos." Es el don de la Sabiduría que fortalece nuestra fe, fortifica la esperanza, perfecciona la caridad y promueve la práctica de la virtud en el más alto grado. La Sabiduría ilumina la mente para discernir y saborear las cosas divinas, la apreciación de que las alegrías terrenales pierden su sabor, mientras que la cruz de Cristo arroja una dulzura divina, según las palabras del Salvador: "Toma tu cruz y sígueme, porque  mi yugo es suave y mi carga ligera ". 





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