martes, 12 de agosto de 2014

Las Virtudes de Un Hijo de María

Para poder crecer "viento en popa", debemos crecer en nuestro conocimiento de lo que es agradable a los ojos de Dios. Para vivir como Sus hijos, debemos amar lo que Él ama y desearlo para nosotros mismos. Este es el sendero que lleva a la madurez espiritual y santidad de corazón. Nuestro Señor Jesucristo nos ha dado a su propia Madre para ser nuestro ejemplo y modelo de discipulado. Al imitar sus virtudes, crecemos en la imagen y semejanza de su Hijo.

En nuestro Acto de Consagración, prometemos "caminar en sus gloriosas huellas e imitar sus virtudes", particularmente las virtudes de pureza, humildad, obediencia y caridad.

PUREZA:

Por pureza debe entenderse más que solo abstenerse de actividad sexual ilícita, pureza de mente y corazón es la fuerza interior que nos permite ser puros de cuerpo e intención. Si no poseemos la primera, nunca poseeremos la segunda. Como Hijos de María, fomentamos pureza de mente y corazón esforzándonos por vivir cada día en la prescencia de Dios. Según crecemos en nuestra conciencia de la prescencia de Dios en nuestras vidas, más y más vemos nuestras vidas y nuestras acciones con los ojos de la fe. Nuestra perspectiva cambia y nuestro mundo se expande según nos permitamos ser guiados por la luz del Espíritu Santo. Pureza de mente nos da la facultad de ver como Dios ve y juzgar todo a la luz de la eternidad. Para fomentar esta virtud, tenemos que abandonar nuestros deseos egoístas y buscar cada día, hacer lo que es agradable a los Ojos de Dios.

HUMILDAD:

La humildad es como el poeta Irlandés nos recuerda: "esa baja, baja dulce raíz, de la que todas las virtudes brotan." La humildad no es una opinión baja de sí mismos y la práctica de humildad no se trata de rebajarnos. Verdadera humildad es una fuerza -no una debilidad- porque nos permite vernos como Dios nos ve. 'Somos admirable y maravillosamente formados,' y Dios se deleita en nosotros, pero también somos débiles e inclinados al pecado y al egoísmo. La humildad nos enseña a desconfiar de nosotros mismos y de nuestros motivos. Como Hijos de María, somos llamados a vivir no para nosotros sino para Cristo.

OBEDIENCIA:

El pecado y la muerte entraron al mundo por la desobediencia de nuestros primeros padres. La Gracia y la Redención entraron al mundo por la obediencia de Jesús y de María. La obediencia es la virtud que nos permite reconocer y responder a una autoridad mayor que la nuestra. Por la virtud de obediencia, reconocemos el poder de Dios y que somos parte de su plan. En humilde obediencia, reconocemos el poder que Dios tiene derecho de dirigir nuestras vidas de acuerdo a Su santa Voluntad. Nuestra obediencia, nuestro a lo que Dios pida de nosotros es nuestra manera de responder a su don de vida. De esta manera, crecemos como Hijos y cumplimos nuestro verdadero llamado.

CARIDAD:

Se nos manda, como discípulos del Señor Jesús. amar a Dios y amar a nuestro prójimo. El amor no es una opción pero, en nuestro mundo actual, no entendemos amor en su sentido más puro. El verdadero amor no está fundado en el cumplimiento de nuestros deseos y anhelos; no es acerca de nosotros. La caridad es una virtud que nos permite amar como Dios ama, sin límite o reserva. La caridad nos entrena a mirar más allá de nuestras necesidades o deseos y a responder a las verdaderas necesidades de los que nos rodean. Nos da la fortaleza y el valor para hacernos a un lado para ser de servicio real a otros. La caridad hace nuestros corazones tiernos y sensibles en nuestra relación con Dios y con nuestro prójimo.

Deseando estas virtudes, y poniéndolas en práctica, seguimos los pasos de Nuestra Señora. Debemos rezar diario por estas virtudes pero también ponerlas en práctica. Una gran devota de Nuestra Santísima Madre, en el siglo XX, fue una joven española llamada María Teresa González Quevedo. Fue declarada Venerable por el Papa San Juan Pablo Segundo, el 9 de Junio de 1983. Esta dejó en sus escritos lo que llamaba el Código de Amabilidad. Estos diez  'mandamientos' eran su modo de vivir en imitación de Nuestra Santísima Madre. Como Hijos de María, debemos de esforzarnos por seguir este código, para que todos los que nos cean, vean el amor de Nuestra Señora brillando a través de nosotros.



"Estas son las disposiciones que la unión con María, la Virgen amable, pone en nuestros corazones. La virtud de amabilidad resulta de la fusión de varias virtudes fuertes. Es el todo para todos que crece de la caridad; el conocimiento del yo que la humildad enseña, el desprendimiento puro que se encuentra en la morificación, la mansedumbre que nace de la paciencia y el valor intrépido ganado por la perseverancia."

¿Parecen duras? Como Hijos de María, nunca debemos descorazonarnos. En todo, debemos recordar que "NADA ES IMPOSIBLE PARA DIOS". No dependemos de nuestra propia fuerza porque hemos puesto nuestras manos en las de María. Por la Gracia de Dios, ella nos formará en santos tras el Corazón de su Hijo, si la dejamos.

"María que bella eres." "Madre mía que quien me mire te vea."

Ven. María Teresa González Quevedo

Tomado del manual de: Congregación de los Hijos de María.

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