lunes, 9 de septiembre de 2013

La devoción a María lleva a una fe comprometida.


Hay personas que acuden a los Santuarios en busca de milagros, con una mezcla de curiosidad, superstición y fascinación, que hacen de María una semidiosa capaz de solucionar sus problemas,sin darse cuenta que están fomentando sentimentalismos religiosos que no les ayuda al crecimiento de la fe, ni al compromiso cristiano.

- María no es soberana sino servidora;

- María no es meta, sino camino;

- María no es semidiosa sino la pobre de Dios;

- María no es todopoderosa sino intercesora.

"En nuestros pueblos, el evangelio ha sido anunciado, presentando a la Virgen María como su realización más alta. Desde los orígenes de sus apariciones y advocaciones (Fátima, Guadalupe, La Milagrosa.......) María constituyó el gran signo del rostro maternal y misericordioso, de la cercanía del Padre y de Cristo con quienes ella nos invita a entrar en comunión.

María fue también la voz que impulsó a la unión entre los hombres y los pueblos. Como el de Guadalupe, los otros santuarios marianos del Continente, son signos del encuentro de la fe de la Iglesia con la historia latinoamericana".

"La tradición latinoamericana marcó mucho la devoción y la veneración de María, y poco el seguimiento y la imitación de su vida". Hoy se quiere mantener esa devoción, pero centrada en el evangelio, al lado de Cristo, teniéndola a ella como modelo de nuestra fe y nuestra vida.

María nos enseña ante todo a dar el paso de la religiosidad a la fe comprometida, a vivir el evangelio, a construir el Reino de Dios entre los hombres; porque el Padre, al cual ella nos invita a entrar en comunión, es Padre de todos, que nos ama y quiere que vivamos con igual dignidad."

(Puebla 282).






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