Las almas de los justos están en
las manos de Dios y ningún tormento podrá alcanzarlos.
A los ojos de los insensatos
están bien muertos y su partida parece una derrota. Nos abandonaron: parece que
nada quedó de ellos. Pero, en realidad, entraron en la paz.
Aunque los hombres hayan visto en
eso un castigo, allí estaba la vida inmortal para sostener su esperanza:
después de una corta prueba recibirán grandes recompensas.
Sí, Dios los puso a prueba y los
encontró dignos de él. Los probó como al oro en el horno donde se funden los
metales, y los aceptó como una ofrenda perfecta.
Cuando venga Dios a visitarnos,
serán luz, semejantes a la centella que corre por entre la maleza. Gobernarán
naciones y dominarán a los pueblos, y el Señor será su rey para siempre.
Los que confiaron en él conocerán
la verdad, los que fueron fieles en el amor permanecerán junto a él.
Pero los impíos que
menospreciaron al justo y renegaron del Señor serán castigados por sus malas
intenciones.
Sí, ay de aquellos que rechazan
la sabiduría y la disciplina: ¡para ellos toda esperanza es vana, todo esfuerzo
inútil, toda obra estéril!
También son estúpidas sus
mujeres, y sus hijos, perversos: una maldición se cierne sobre su descendencia.
Sabiduría 3: 1-12
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