El objeto de la adoración
Eucarística es la Divina Persona de Nuestro Señor Jesucristo presente en el
Santísima Sacramento. No hay nada más grande o santo que podamos hacer en la
tierra que adorarlo.
Adoración es un ejercicio
perfecto de todas las virtudes:
-
FE - Es completa y
perfecta cuando adoramos la escondida, velada y aniquilada Sagrada Hostia, no
con nuestros sentidos, sino con el espíritu puro de fe.
-
Piedad – Concentrada en
el Dios escondido, por oración, culto, respeto, humildad, penitencia y pureza.
-
Amor de Dios – Amor a
través de adoración y amor del prójimo por las oraciones que ofrecemos por Él.
Jesús está en la Eucaristía
porque Él nos ama y quiere que lo amemos. Cuando entramos a la Iglesia,
necesitamos dejar en la puerta nuestras preocupaciones y ocupaciones, y buscar
consuelo y la fortaleza solo de Dios. Aunque estemos muy distraídos, con
nuestra actitud y postura respetuosa, proclamamos Su Divinidad y Su Presencia.
Uno de los mayores pecados contra
la fe, se encuentra en nuestra falta de respeto al Santísimo Sacramento. ¿Cuántos
raramente dan una visita con devoción a Jesús Escondido? ¿Cuántos nunca lo
hacen? No lo conocen lo suficiente. ¡Qué ingratitud! El hombre raramente se
aventura más allá del mundo de los sentidos, sus intereses son naturales,
mundanos y egoístas, que culminan en herejía e impiedad. El mundo sumerge la
atención de las almas, las ata y esclaviza con ocupaciones externas, y las
aparta del amor de Dios.
El diablo libra una guerra
incesante contra nuestro amor por Jesús Sacramentado.
Si los cristianos continúan
desertando a Jesucristo de Su templo; ¿no quitará de ellos el Padre Celestial a
Su Amado Hijo, a quien ellos han abandonado? ¿No lo ha quitado ya de Naciones y
Reyes, que ahora viven en la sombra de la muerte? ¡Qué triste espectáculo ver a
Nuestro Santísimo Señor Jesucristo abandonar a un pueblo! La nube de la
desolación ha pasado sobre Europa. Jesús ha sido echado fuera de Sus templos.
Francia ha visto su fe en amor y por la Eucaristía disminuir, y como resultado,
¡Cuántas iglesias ahora son devotas de la herejía! Cuando su amor murió, Jesús
escapó y no ha regresado. ¡La felicidad viene solo de la posesión de Dios, y en
la Eucaristía poseemos a Dios!
La Eucaristía es el centro del
cristiano, mirad esta morada de amor: ¡La Divina Eucaristía!
El amor sin sacrificio es un
nombre vacío. Nuestro Señor vive y actúa en la Eucaristía. Jesús hizo la
Eucaristía un PAN para el débil y el fuerte; un remedio para el pecado; un arma
poderosa contra el diablo. Es el continuo milagro de Su Resurrección para vivir
en sus miembros débiles y enfermos. Arrojemos nuestras miserias en el Divino
Fuego como paja en las llamas. Sumerjamos nuestro manchado ropón bautismal, en
la Sagrada Sangre del Cordero de Dios, y saldrá blanco y bello.
Reparemos tantos ultrajes y
sacrilegios, comenzando por mi alma y la del mundo. Ten en mente los cuatro
puntos de adoración:
1-
El amor adora
2-
Da gracias
3-
Llora sus pecados
4-
Se consagra
enteramente a la mayor Gloria de Jesús.
El amor significa sacrificio; es
el don de nuestra voluntad a la voluntad de Dios. Debemos vaciar nuestro corazón
de todo sentimiento de autoestima.
Reflexión:
Hoy en el hogar, tanto el padre
como la madre son el origen de la espada que atraviesa el Corazón de nuestro
Dios crucificado. En muchos de los hogares no existe la modestia en el vestir, rehúsan
obedecer y están absorbidos por el materialismo del mundo. Satanás y el mundo
flagelan a Nuestro Señor y Dios. En este estado, Él toca a la puerta de tu
casa; tiene frío, hambre, derrama lágrimas, y Su túnica está desgarrada. Él es
Jesús y quiere reinar, perdonando.
¡Qué bien para ti poder completar
la reparación del Calvario y del Altar, al hacer tu hora santa de adoración
como familia en tu propio hogar! Podrás salvar mil almas más que, si hubieran
muerto antes de que hicieras tu hora santa, se habrían perdido.
El hogar se encuentra en gran
peligro. ¡Madre de Dios, sálvanos! El hogar cristiano está muriendo. ¡Madre de
Dios, sálvanos! Oh, mediadora de Misericordia, salva la familia y perfúmala con
fragancia de castidad; sé una vez más nuestra vida, nuestra dulzura y nuestra
esperanza.
Oración:
Conceded que os ame, oh Jesús,
que sois amado en mi vida de familia, en el cumplimiento exacto de mis deberes
cotidianos, y en la aceptación de aquellas cruces conectadas con mi estado de
vida. Conceded que os ame, oh Jesús, en las almas que habéis puesto bajo mi
cuidado, especialmente las que se han descarriado.
Conceded que os ame, oh
Jesús, en Vuestro don inefable del Corazón de María, y en esta escuela, aprenda
a ser sencillo, humilde, casto y puro, y que, guiado por María, me santifique
en Vuestro Amor. Vos sabéis que a pesar de mis miserias, deseo con voluntad
firme vivir y morir diciendo y probándoos, que os amo sobre todos los tesoros
del cielo y de la tierra.
Amén.
Tomado de: Extractos de La
Víctima – Escritos de San Julián Pedro Eymard
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