miércoles, 7 de enero de 2015

La diligencia de un hijo de María



Cuántos de nosotros dejamos que nuestro tiempo se escape sin usarlo. Largas horas en la cama, perdido en conversaciones sin objetivos, o desperdiciando horas leyendo novelas. Estas horas podrían haber sido usadas sirviendo a Dios y ayudando a salvar almas. ¿Cuántas almas cultas y refinadas pasaron sus días en una larga ronda de visitas, fiestas, charlas y frivolidades? Un hijo de María sabe que él/ella fueron creados para servir a Dios. Debe tomarse recreo apropiado, pero el hijo de María estará plenamente consciente de que debe ocupar su tiempo para honor de María y gloria de Dios.

La modestia es la belleza propia de la hija de María. Ella no puede ser coqueta, no puede ser ocurrente,  debe ser modesta. La belleza pronto se irá, pero la modestia perdura. Podrás perder tus vestidos, la enfermedad podrá causar estragos en tu elegancia pero ningún infortunio mundano podrá tocar tu modestia.

La modestia se refleja en los ojos guardados con cuidado, en el habla mantenida bajo control y en el porte del cuerpo. Modestia es la protección natural de la santa pureza y es un índice de su presencia. La pureza es una virtud angélica, la perla entre todas las virtudes. Es una de las virtudes más queridas del Corazón de María. El mayor peligro a esta santa virtud viene de la falta de prudencia y humildad. La adulación y el orgullo son tus grandes enemigos. Sé precavido contra ellos.

¡Huye de todas las ocasiones! Jamás flirtees con ninguna tentación contra la santa pureza. ¡El vaso en el que llevas esta preciosa joya es muy frágil!

¡REZA SIN CESAR PARA PRESERVAR LA AZUCENA DE TU PUREZA!

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