domingo, 14 de febrero de 2016

El Cielo abierto por la práctica de Las Tres Avemarías: Rezo; Consagración y Novena




Indudablemente uno de los medios más eficaces de salvación, y uno de los signos más seguros de predestinación es la devoción a la Santísima Virgen. Todos los Santos Doctores de la Iglesia son unánimes en decir, con San Alfonso María Ligorio: "Un siervo devoto de María nunca perecerá."

Lo más importante es perseverar fielmente en esta devoción hasta la muerte.

¿Puede haber una práctica más fácil o más conveniente para todos que la recitación diaria de las tres Avemarías, en honor de los privilegios otorgados a la Santísima Virgen por la Adorable Trinidad?

Uno de los primeros en rezar las tres Avemarías y recomendarlas a otros ha sido el glorioso San Antonio de Padua. Su objetivo específico al adoptar esta práctica fue honrar la Virginidad sin mancha de María y preservar una pureza perfecta de la mente, del corazón y del cuerpo, en medio de los peligros del mundo. Muchos como él, han sentido sus efectos saludables.

Posteriormente, el célebre misionero Sanb Leonardo de Port-Maurice rezaba las Tres Avemarías por la mañana y por la noche en honor de María Inmaculada, para obtener la gracia de no cometer pecados mortales durante el día ni durante la noche.

Origen de esta devoción:                      


Como Santa Matilde suplicase a la Santísima Virgen que la asistiera en la hora de la muerte, oyó que la benignísima Señora le decía: "Sí que lo haré; pero quiero que por tu parte me reces diariamente tres Avemarías.

-La primera, pidiendo que así como Dios Padre me encumbró a un trono de gloria sin igual, haciéndome la más poderosa en el cielo y en la tierra, así también yo te asista en la tierra para fortificarte y apartar de ti toda potestad enemiga.

-Por la segunda Avemaría me pedirás que así como el Hijo de Dios me llenó de sabiduría, en tal extremo que tengo más conocimiento de la Santísima Trinidad que todos los Santos, así te asista yo en el trance de la muerte para llenar tu alma de las luces de la fe y de la verdadera sabiduría, para que no la oscurezcan las tinieblas del error e ignorancia.

-Por la tercera, pedirás que así como el Espíritu Santo me ha llenado de las dulzuras de su amor, y me ha hecho tan amable que después de Dios soy la más dulce y misericordiosa, así yo te asista en la muerte llenando tu alma de tal suavidad de amor divino, que toda pena y amargura de muerte se cambie para ti en delicias."

También se cuenta de Santa Gertrudis que mientras cantaba una vez los maitines con sus hermanas en la fiesta de la Anunciación, vio de pronto en figuras sensibles a las Tres Personas de
la Santísima Trinidad, y que del corazón que cada una de ellas parecía tener, salía un rayo que penetraba en el corazón de la Bienaventurada Virgen María. Luego oyó una voz que decía: "Después del Poder del Padre, de la Sabiduría del Hijo y de la Misericordia del Espíritu Santo, nada hay comparable al Poder, a la Sabiduría y a la Misericordia de María."

Su Santidad Benedicto XV elevó la Cofradía de las Tres Avemarías a una Archicofradía.

(Cofradía, significa en designar diversos modos de asociación de fieles, pública o privada, establecida conforme a los cánones del Título V del Código de Derecho Canónico.)
(Archicofradía significa Cofradía más antigua o que tiene más privilegios que otras Cofradías.)

Bien autorizada queda esta devoción por las revelaciones y el ejemplo de gran número de Santos que desde muy antiguo la vienen usando, seguros de que prestaban un grato servicio a la Virgen rezando las Tres Avemarías para honrar su Poder, su Sabiduría y su Misericordia.

A mayor abundamiento, los Sumos Pontífices, tan devotos de Nuestra Señora, han autorizado con su ejemplo esta devoción y la han recomendado a los fieles en la forma acostumbrada.

1. Pío IX comenzó a rezar las tres Avemarías después de la Misa en su Capilla del Vaticano.

2- León XIII mandó que se extendiese esta práctica a toda la Iglesia. Además, concedió                     doscientos días de indulgencias a todos los que rezasen las tres Avemarías y añadiesen esta jaculatoria: "Madre mía, libradme en este dia (o en esta noche) de pecado mortal".

3- Pío X concedió trescientos días de indulgencias a los que rezaren las tres Avemarías con           esta otra jaculatoria: "¡Oh María! por vuestra Inmaculada Concepción, purificad mi cuerpo y santificad mi alma."


Promesas de la Virgen a los que recen esta devoción:

Nuestra Señora prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte, presentándose en esa hora final con el brillo de una belleza tal que con sólo verla la consolaría y le transmitiría las alegrías del Cielo.


Forma de Rezar las Tres Avemarías:

María Madre mía, líbrame de caer en pecado mortal.

1. Por el poder que te concedió el Padre Eterno

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

2. Por la sabiduría que te concedió el Hijo.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

3. Por el Amor que te concedió el Espíritu Santo

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

¡Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.





Acto de Consagración a Nuestra Señora de la Santísima Trinidad:

     Con todo mi corazón Os glorifico, Virgen Santísima, sobre todos los ángeles y santos del Paraíso, Hija del Padre Eterno, y os consagro mi alma con todas sus facultades.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

     Con todo mi corazón os glorifico, Virgen Santֵsima, sobre todos los ángeles y santos del Paraíso, amantísima Madre del Hijo de Dios, Os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

     Con todo mi corazón os glorifico, Virgen Santísima, sobre todos los ángeles y los santos del Paraíso, amantísima esposa del Espíritu Santo, os consagro mi corazón con todos sus afectos y os ruego que obtengáis de la Santísima Trinidad todas las gracias necesarias para mi salvación.

Dios te salve, María; llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.





Novena de las Tres Avemarías
Primera Oración:

Oh María, Virgen poderosa, a quien nada es imposible! Os suplico, por el poder con que os distinguió Dios Padre Omnipotente, que me socorráis en la presente necesidad. ¡Oh Abogada de las causas más desesperadas, ayudadme! En ello están interesados la gloria de Dios, vuestra honra y el bien de mi alma.

Si la gracia que pido está conforme con la amabilísima y santísima voluntad de Dios, interceded, omnipotencia suplicante, interced por mí ante vuestro Hijo, que nada os puede negar. Os lo pido por ese poder ilimitado que os comunicó el Padre Celestial, ya que, para celebrarlo, os digo con Santa Matilde a quien revelasteis la práctica saludable de las Tres Avemarías: Dios te salve, María, etc.

Segunda Oración:

Purísima Virgen, justamente llamada Trono de la sabiduría, porque en Vos moró la Sabiduría increada, el Verbo de Dios, y os comunicó toda la plenitud de su divina ciencia en la medida que podía participarla a la más perfecta de las criaturas. Vos sabéis bien cuán grande es mi miseria y la necesidad que tengo de vuestro auxilio.

Me abandono del todo en vuestras manos, confiando en que vuestra divina Sabiduría lo ordenará todo con fuerza y suavidad a mayor gloria de Dios y provecho de mi alma, y que, por los medios más convenientes, acudiréis a socorrer mi necesidad.

¡Oh María, Madre de la divina sabiduría! Dignaos alcanzarme el favor que solicito. Os lo pido por esa inefable sabiduría con que el Verbo, Hijo vuestro, ilustró vuestra inteligencia, ya que, para celebrarla, os digo con San Antonio de Padua y San Leonardo de Puerto Mauricio, celosísimos propagadores de las Tres Avemarías: Dios te salve, María, etc.


Tercera Oración:

¡Oh tierna y verdadera Madre de Misericordia, que en estos últimos tiempos os habéis llamado Vos misma "Madre la más misericordiosa"! A Vos acudo para que uséis conmigo de compasión y bondad, con tanta mayor razón cuanto es mayor mi miseria.

No soy acreedor a la gracia que de Vos espero, ya que tantas veces os he contristado, ofendiendo a vuestro divino Hijo; pero estoy sinceramente arrepentido de haber traspasado con mis pecados el amante Corazón de Jesús y el vuestro. ¿No sois Vos, según lo revelasteis a vuestra sierva Santa Brígida, la "Madre de los pecadores arrepentidos"? Perdonadme, pues, mis pasadas ingratitudes; y teniendo sólo en cuenta vuestra misericordiosa bondad y la gloria que de ello resultará para Dios y para Vos misma, obtenedme la gracia que os pido.

¡Oh Vos, a quien nadie ha implorado en vano! ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! Dignaos socorrerme. Os lo pido por esa misericordiosa bondad de que en favor nuestro os ha llenado el Espíritu Santo, ya que, para celebrarla, os digo con San Alfonso María de Ligorio, incomparable Apóstol de vuestra misericordia y doctor de las Tres Avemarías: Dios te salve, María, etc.

Dígase por tres veces: María, Madre mía, preservadme de pecado mortal.

La siguiente oración puede rezarse al terminar la Novena de las Tres Avemarías

Oración Final:

Acordaos, ¡Oh clementísima Virgen María! Que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección invocando vuestro Poder, vuestra Sabiduría y vuestra Misericordia para el remedio de sus males, haya visto defraudadas sus esperanzas. Animado con esta confianza a Vos también acudo,
¡Oh Poderosísima Reina!
¡Oh Sapientísima Virgen!
¡Oh Misericordiosísima Madre!

Os suplico vengáis a socorrerme con estos tres atributos de que os adornó la Beatísima Trinidad para consuelo de los desvalidos.
¡Oh piadosísima Señora!
¡Oh trono de la Sabiduría!
¡Oh clementísima Abogada!
No despreciéis las súplicas de este pobre pecador, que implora vuestro poder para que le defendáis y protejáis, vuestra sabiduría para que le guiéis y enseñéis y vuestra misericordia para que, benigna, le amparéis en todo peligro y le favorezcáis en sus necesidades.

¡Oh María, Hija del Padre, Madre del Verbo Encarnado y Esposa del Espíritu Santo! No despreciéis mi humilde oración; antes bien, acogedla piadosa, interceded para que sea despachada favorablemente y brille más a los ojos de todos vuestro gran poder, vuestra admirable sabiduría y vuestra inagotable misericordia, y sea todo a gloria de la adorabilísima Trinidad, que os enriqueció con tan preciosos dones. Amén.

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