La gracia es, si
nada más, la presencia de Dios dentro de nuestras almas. Sí, ¡Dios está en
nosotros! Ya se nos había dicho en los evangelios que somos Templos del
Espíritu Santo. Pero no sólo el Espíritu Santo habita en nosotros, sino también
el Padre y el Hijo. Sí, la trinidad completa.
Y es porque Dios
habita en nosotros, que podemos amar a los demás. Porque Dios, es infinito
amor, y la fuente de todo el amor. Pues las acciones indiferentes, cuando se
las dedicamos a Dios, se hacen buenas por esta misma Gracia. Y más, recordemos:
El Amor no es nada que podamos perder cuando lo compartimos. En cambio, el que
lo recibe, gana mucho con ello.
La gracia aumenta
a medida que permitimos al Espíritu Santo actuar por la participación en los
sacramentos, la oración y la vida virtuosa – todo por los méritos de Cristo. La
gracia nos asemeja a la vida de Cristo: sus virtudes, forma de pensar y actuar.
Mientras estamos
en Gracia, estamos cerca de Dios, y Dios, con su maravilloso amor, nos
consolará en nuestras penas, enfermedades y sufrimientos. La Gracia de Dios,
nos da una paz interior que ni siquiera el más rico puede tener. Como dijo San
Pablo, “Para fortalecer nuestra vida interior, es mejor estar en Gracia de
Dios, que usar alimentos de los que nadie sacó provecho.” (Heb 13:0).
“Pero entonces,
¿por qué me siento tan vacío?” Porque a pesar de que la Luz está adentro de
nosotros no puede llegar a nosotros, ya que algo se lo impide… la luz está
allí, pero hay algo que sirve de obstáculo, una pared. Y se llama ‘cosas mundanas’.
Basura espritual, que cubre el ‘vidrio’ del foco que es nuestro espíritu. El
Espíritu Santo es la Luz, que no puede traspasar esa basura. Debemos
deshacernos de todas las cosas inútiles que llenan nuestra cabeza, como juegos
de video, telenovelas, egoísmos, etc. Cuando nuestro foco esté limpio, podremos
ver con toda claridad.
Recordemos, Dios
es Amor. Y si tenemos un maravilloso amor adentro de nosotros, ¿Por qué estar
tristes? Si tenemos una pequeñísima pizca de fe en nosotros, y le preguntamos a
Dios que nos haga felices, sentiremos su Gran amor por nosotros. Y éste amor,
nos hará felices.
La Gracia ya nos
fue dada en el bautismo. Pero no solo nos debemos alegrar de que la obtuvimos,
y olvidarnos de Dios. Tenemos que aumentar esta gracia, para ser gente
maravillosa.
Primero que nada,
el modo más seguro de aumentar la gracia en nosotros es por los sacramentos.
Para mucha gente, desafortunadamente, no es suficiente para sacarlos de los
vicios en los que se han metido. Es aquí que debemos ORAR
por esta gracia.
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