"El origen histórico del
rosario se remonta a la Edad Media, una época en la que las oraciones
normales eran los salmos. Pero
por entonces muchas personas no sabían leer, lo que les impedía participar en
los salmos bíblicos. Por eso se buscó un salterio para ellas, y se halló en la
oración a María con los misterios de la vida de Jesucristo ensartados a modo de
perlas de un collar.
Afectan al que reza de una forma
meditativa, en la que la repetición tranquiliza el alma, y aferrarse a la
palabra, sobre todo a la figura de María y a las imágenes de Cristo que pasan
ante uno mientras tanto, sosiega y libera el alma y le concede la visión de
Dios.
De hecho, el rosario nos integra
en ese saber primitivo en el que la repetición forma parte de la
oración, de la meditación, en el
que la repetición significa una forma de adentrarse en el ritmo del sosiego. Lo
que importa no es tanto seguir con esfuerzo cada palabra de manera racional,
sino todo lo contrario: dejarse llevar por la calma de la repetición, por lo
cadencioso. Máxime teniendo en cuenta que no se trata de palabras vacías. Traen
a mis ojos y a mi alma grandes imágenes y visiones y, sobre todo, la figura de María,
y a través de ella la de Jesús.
Esas personas de las que
hablábamos tenían que trabajar duramente. Al rezar, no podían emprender además
grandes rutas intelectuales. Al contrario, necesitaban una oración que las
tranquilizase, que las distrajera, que volviera a arrancarlas de sus
preocupaciones y les mostrara el consuelo redentor. Creo que esa experiencia
primitiva de la historia de las religiones, la de la repetición, del ritmo, de
la palabra común, del coro que me lleva y se eleva y llena el espacio, que no
me atormenta sino que me tranquiliza, consuela y libera; esa experiencia
primitiva se ha cristianizado aquí por entero en el contexto mariano y en la
aparición de la figura de Cristo al hacer rezar a las personas con enorme
sencillez, enterándose al mismo tiempo del rezo, trascendiendo el ámbito
intelectual al adentrarse el alma en las palabras.
Lo rezo (el rosario) con gran
sencillez, igual que lo hacían mis padres. A los dos les encantaba el
rosario. Y mucho más a medida que
envejecían. Cuanto más envejece uno, menos esfuerzos intelectuales se pueden
hacer, y más se necesita un refugio interno y adentrarse en la oración de la
Iglesia. Así que yo lo rezo tal como lo rezaban ellos".
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