Epifanía significa: manifestación o presentación en público. Se llama así esta fiesta porque en ella se recuerda cómo Jesús se manifestó ante los Magos para adorarlo. Esta fiesta se celebra el 6 de enero en la Iglesia Católica desde el año 400.
La adoración de los Magos al Niño Jesús se narra en el Evangelio de San Mateo en el Capítulo 2, y es una de las narraciones más bellas de la Santa Biblia.
Magos: llamaban en Oriente a ciertos sabios que se dedicaban a estudiar los astros y a profundizar en ciencias religiosas, y se les consideraba como personas de gran santidad y sabiduría, que empleaban su vida en búsqueda de la verdad.
El Evangelio no dice cuántos eran, pero el Papa San León dice que probablemente eran tres. Y esto lo deduce por los tres regalos que le trajeron. La tradición les ha dado los nombres de: Gaspar, Melchor y Baltasar.
"Venían de Oriente" (Mateo 2:1): Los países de Oriente de Israel eran: Persia (o Irán) y Asiria o Babilonia (Irak). Muchos creen que probablemente eran persas, porque las gentes de ese país eran muy religiosas.
"Se presentaron en Jerusalem diciendo: ¿dónde está el rey de los judíos que ha nacido?"
(Mateo 2: 2) Tuvieron que averiguar en Jerusalem porque al llegar a esa ciudad desapareció la estrella que los venía guiando. Y de esto se valió Dios para anunciar en esa Ciudad Santa el nacimiento de Su Hijo.
“Pues vimos su estrella en Oriente” (Mateo 2: 2): El profeta Balaam había anunciado: “Hacia Israel avanzará una estrella, y es que un nuevo reinado aparecerá en Israel.” (Números 24: 17), Suetonio y Tácito y otros historiadores que narran hechos del siglo primero, cuentan que había en Oriente una creencia muy extendida de que en Palestina iba a salir uno que gobernaría el mundo entero. Aquellos hombres vieron una estrella nueva y desconocida y la fueron siguiendo hasta llegar a Jerusalem. Estaban convencidos de que ella los guiaría hasta el sitio donde había nacido el nuevo rey que iba a gobernar el pueblo creyente.
“Y hemos venido a adorarle” (Mateo 2:2): No vienen por curiosidad ni por interés, sino para adorarlo como a Dios. Es un viaje de fe el que han hecho estos hombres. Se llama peregrinación.
“El rey Herodes se turbó y con él toda Jerusalem.” (Mateo 2:3)
Herodes era un rey sumamente desconfiado y mataba sin más ni más a toda persona que a él le pareciera que le pudiera quitar su puesto de rey. Así mató a su esposa Mariamme, a su madre Alejandra y a su hijo Antipater y a sus dos nietos Alejandro y Aristóbulo. César Augusto decía por burla que era mejor ser cerdo de Herodes que ser hijo de Herodes.
Así que en la casa de Herodes era más seguro ser cerdo que ser hijo, porque a los cerdos no los mandaba a matar, pero a los hijos sí.
Herodes se llenó de afán al saber que había nacido un niño que iba a ser rey. Y tuvo miedo de que le pudiera quitar su alto puesto. Jerusalem también se llenó de emoción por dos causas: por miedo a las medidas de crueldad que Herodes podría tomar contra todos los niños recién nacidos, y por la esperanza de que ahora sí hubiera llegado el tiempo de tener un rey que les concediera la libertad y el mando.
“Convocó a los Sumos Sacerdotes y a los escribas y les averiguó el sitio donde debía nacer Cristo.” (Mateo 2: 4-6).
Ellos eran los que más conocían la Biblia y podían dar la respuesta precisa. Y así lo hicieron.
Ellos dijeron: En Belén de Judea, porque así está escrito por el Profeta: Y tu Belén de Judá, no eres el pueblo menor entre los principales, porque de ti nacerá el caudillo que será pastor de mi pueblo Israel.” (Miqueas 5: 1).
“Herodes llamó a los magos y les averiguó el tiempo de la parición de la estrella”. (Mateo 2:7)
Quería saber desde qué edad debía mandar a matar los niños. Todos los que hubieran nacido en los años cercanos a la aparición de la estrella.
“Al salir de Jerusalem vieron otra vez la estrella y se llenaron de alegría, y ella los guió y se detuvo encima del sitio donde estaba el Niño.” (Mateo 2: 9) Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría, ahora ya estaban seguros de que los guiaría al sitio preciso donde querían llegar.
Dato curioso: No se lee que alguno de Jerusalem se haya tomado la molestia de acompañarlos hasta Belén. Sólo quedaba a unos pocos kilómetros. Cuanta pereza a veces para ir a dar culto y adoración a Cristo!!
“Entraron en la casa y encontraron al Niño con su madre María y arrodillándose lo adoraron.”(Mateo 2: 11).
Entraron en la casa: O sea que Jesús, María y José ya no estaban en la cueva sino que ya habían conseguido una casita en arriendo para vivir. En Belén.
“Encontraron a Jesús con su madre María: A Jesús lo encontramos con su Santísima Madre. Por eso para ir a Jesús, nosotros tratamos de ser devotos de María.
“Abriendo sus cofres le ofrecieron oro, incienso y mirra.” (Mateo 2: 11).
Oro: es el que se lleva de regalo al primer mandatario de una nación. Jesús es el Rey.
Incienso: se le llevaba un regalo a los dioses en sus templos. Jesús es Dios. Hijo Único del Único Dios.
Mirra: es un ungüento muy costoso. Se empleaba mucho para evitar que los cuerpos se pudrieran en el sepulcro. El cuerpo de Jesús no se pudrirá en el sepulcro, sino que resucitará glorioso.
Oro, Incienso y mirra: La Iglesia Católica siempre ha visto figurados en estos tres regalos , los tres obsequios que nosotros debemos ofrecer a Jesucristo:
Oro: Nuestras ayudas económicas para el culto y para los pobres.
Incienso: Nuestra oración.
Mirra (amarga) nuestros sacrificios.
Señor Jesús que a imitación de los Magos de Oriente vayamos también nosotros frecuentemente a adorarte en tu Casa que es el Templo, y no vayamos jamás con las manos vacías. Que te llevemos el oro de nuestras ofrendas, el incienso de nuestra oración fervorosa, y la mirra los sacrificios que hacemos para permanecer junto a tu Madre Santísima María, a quien queremos honrar y venerar siempre como Madre Tuya y Madre nuestra. Amén.
Padre Eliécer Salesman
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